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La vuelta a clase en tiempos de COVID

Este es el reportaje central del nuevo número de Opiniones de Tetuán, que acaba de salir...



Entre el decreto de confinamiento de marzo y el final del verano transcurren 24 semanas. Hay tiempo más que suficiente para revisar la situación y preparar el nuevo curso. Pero la educación no es una prioridad en el sistema en el que vivimos y el coronavirus no iba a venir a arreglarlo. 

Hasta la última semana de agosto no se pone en marcha la maquinaria y es entonces cuando unos y otros empiezan a anunciar medidas estrella. Mientras, estudiantes, familias y profesorado en la más absoluta incertidumbre. En los colegios madrileños y por tanto en nuestro barrio, Tetuán, las clases comenzaron el 4 de septiembre para niños y niñas de 0 a 3 años; el día 8 alumnado de Educación Especial, Infantil (3-6 años) y 1º, 2º y 3º de Primaria; el 9, de 3º y 4º de ESO y Bachillerato; el 14, Educación para Adultos; el 17, de 4º, 5º y 6º de Primaria; el día 18, 1º y 2º de ESO, FP Básica y Grado Medio; y, finalmente, el 28, de FP Superior. 

El número de alumnos por aula se ha reducido levemente, la educación será presencial desde Infantil hasta 2º de la ESO y semipresencial en el resto de ciclos, se han reorganizado los espacios y ordenado salidas y entradas. Por supuesto, hay que mantener la distancia interpersonal de 1,5 metros y el uso de mascarilla desde los 6 años, así como la higiene de manos un mínimo de cinco veces al día, ventilación frecuente y toma de temperatura. El servicio de comedor y el transporte escolar se mantienen, con nuevas medidas.

Cuando la educación y la salud no se priorizan, todo se complica. 

¿Cómo se sienten los niños y las niñas?, ¿se han tomado en cuenta las sugerencias de los profesores para organizar horarios y prioridades?, ¿estarán preocupadas las abuelas?, ¿podrán organizarse los comedores?, ¿y las actividades extraescolares?, ¿será posible conjugar el derecho a la salud y el derecho a la educación?, ¿podrán los jóvenes seguir habilitándose adecuadamente?, ¿es una preocupación central para las personas —más allá de que uno sea docente o tenga hijas en edad escolar— lo que sucede en el ámbito educativo? Nos hemos preguntado y hemos preguntado a nuestros vecinos y amigos. 

“Ni nos han informado correctamente durante el transcurso de la pandemia, ni lo han hecho en lo que respecta a la vuelta al colegio. Hasta hace un mes era toda una incógnita cómo se iba a abordar el retorno, finalmente creo que se han escudado en que los niños necesitan socializarse (que por supuesto lo necesitan) pero no se ha estudiado la trascendencia que puede ocasionar el llevar a niños a aulas sin una normativa clara ni un plan de acción determinado”, opina Sonia, vecina del barrio. Ella no tiene hijos ni trabaja en el campo de educación, pero sus amigas son madres, tiene amigos y familiares docentes y el tema le importa.  

Rubén es padre de un hijo que empieza primaria y de una hija que cursa infantil. Para él “las prioridades deberían ser la salud y la igualdad. Por eso no entiendo que se abran los colegios en un contexto de curva claramente ascendente y casi descontrolada, y con unas medidas de prevención (más o menos acertadas, eso que lo digan los expertos) que los colegios (especialmente los públicos) apenas han tenido tiempo (ni recursos) para poner en marcha”. Piensa que debería haberse aprovechado estos meses para reducir las “diferencias entre alumnos ricos y pobres que ya se observaron en marzo”, con recursos tecnológicos y cualificación. 

Es cierto que la tecnología se ha convertido en una aliada en estos tiempos, pero también entraña riesgos y dificultades. Una estudiante de FP del barrio, Amanda, lo corrobora: “ahora las clases son semipresenciales, lo cual considero que se pierde mucha calidad educativa ya que online es difícil mantener la concentración”. 

Amanda —otra, vecina de la zona de Estrecho— es monitora de apoyo y coordinadora del personal de apoyo por Covid en un colegio de la zona de Cuatro Caminos. “Nadie sabe cómo actuar correctamente. En mi caso, me incorporé al trabajo, me escupieron toda la información sobre protocolos, actuación y organización, y al día siguiente yo tenía que explicarlo a los nuevos compañeros sin ni siquiera saber si dichas ideas eran factibles. Así que estamos todos sobrepasados, estresados, con miedo, porque llevamos dos semanas y ya hemos tenido varias bajas”.

Miedo. Incertidumbre. Confusión. Preocupación. Resignación. Son palabras que se repiten en los testimonios de las personas con las que hemos hablado y a quienes hemos preguntado: ¿Cómo te sientes ante esta situación? 

Además, todo es muy veloz. Mientras elaboramos este reportaje los escenarios en las escuelas se modifican y las sensaciones cambian. Son varios —Virginia, madre y educadora; Gonzalo, estudiante de 17 años; Montse, profesora— quienes destacan que el comienzo de curso les “sorprendió” favorablemente: se encontraron un centro bastante organizado, con profesores, madres y padres esforzándose porque todo fuera bien, con estudiantes concienciados y contentos por retomar estudios y relaciones en unas aulas seguras. 

“La gente escribía en los grupos de whatsapp agradeciendo, valorando el esfuerzo”, dice Virginia. “¿Cuánto durará?”, se pregunta Gonzalo, reconociendo que tal vez él sea el primero que olvide que hay que entrar por una puerta y salir por otra siguiendo las flechas…. en mi instituto ya hay 12 casos de covid”. “El esfuerzo de los equipos docentes ha sido muy grande, aunque no se les haya respaldado con los recursos necesarios, han tratado de hacerlo bien y hay mucho que valorar”, dicen las educadoras. También saben que ese nivel de esfuerzo y tensión no puede sostenerse en el tiempo, cuando además no están claros los protocolos cuando se producen los contagios —que se han dado desde la primera semana de clase—. 

Un problema estructural que requiere de la comunicación e implicación de todos 

“En el colegio donde va mi hija una madre comentó en el grupo de había llevado a la suya con fiebre a clase porque no tenía con quien dejarla y no podía perder el trabajo y se lio”, cuenta Virginia, reflexionando: entiendo a ella, entiendo al resto, todos queremos lo mejor para nuestros hijos, …. Pero es un tema estructural, de las condiciones en las que vivimos en los coles, pero también en los trabajos, en las relaciones, tenemos que poder ayudarnos, comunicarnos, y eso es hoy difícil pero muy necesario, es la única salida”. 

“Vivimos llenos de incertidumbres y dudas y con dificultades para organizarnos”, dice Sorina, que opina que “debería priorizarse la salud mental, el aprendizaje de los alumnos, su bienestar y el juego como forma de aprendizaje”. 



En la ecuación de la educación y cuidado de los más pequeños y de apoyo a las familias los abuelos y abuelas jugaron hasta el momento de la pandemia un papel fundamental. Ahora, la recomendación es no mezclarlos, para no ponerlos en riesgo. Mercedes es una de esas abuelas que siente tristeza porque no puede relacionarse con sus nietos desde que empezaron las clases. Solo en el caso del mas pequeño, que apenas tiene unos meses y no irá a la escuela, podrá cuidarlo y ayudar a que su hija pueda trabajar. “Me da pena no poder ayudar más y estar con miedo”, dice, “pero también pienso que el Estado tendría que prestar más servicios y ayudas, las cosas tendrían que organizarse de otro modo”. 

Efectivamente, poniendo todo en función de la salud y la educación, los complejos problemas que azotan el mundo —incluyendo una pandemia global— encontrarían cauce para ser resueltos. Pero esto implica elegir a la gente por encima del dinero o de cualquier otro interés. 

En el caso de este reportaje, nos estamos refiriendo a la educación “reglada”, “formal”, “académica”. No es la única, pero tiene sin duda muchísima importancia. Por eso debe exigirse una educación pública, universal y de calidad. 

La educación es la fuente más importante y tradicional de la socialización de las personas porque contribuye a la formación de su ideología, cultura, moral, orientaciones de vida y trabajo. 

Se suele hablar de educación en por lo menos dos sentidos diferentes: uno que hace referencia a la transmisión de datos y conocimientos del educador al educando —y en ese sentido las tecnologías pueden ayudar—, y otro en el que la educación es concebida como una preparación, una adecuación del educando al mundo en que vive. Este “mundo” se refiere tanto a las cosas físicamente consideradas como a intangibles tales como los valores y las relaciones humanas. La educación en este segundo sentido, pretende habilitar diferentes modos de comprensión, puntos de vista, perspectivas distintas para comprender tanto las realidades de los objetos materiales y culturales, como las de la propia interioridad. Las emociones, el registro del pensar, el contacto con el propio cuerpo, la expresión… todo ello ha de formar parte de la educación, de un modo integral. 

Una educación que se limita cada vez más a la transmisión de datos objetales es un factor importante de “vaciamiento” de subjetividad y de sentido de las acciones humanas. Si eso además se da en un contexto de desigualdad creciente, las consecuencias serán devastadoras. El problema de la educación es, sin duda, uno de los más acuciantes del mundo de hoy. 



“Educar es básicamente habilitar a las nuevas generaciones en el ejercicio de una visión no ingenua de la realidad de manera que su mirada tenga en cuenta al mundo no como una supuesta realidad objetiva en sí misma, sino como el objeto de transformación al cual aplica el ser humano su acción”.