De alguna manera, sintetizan también la paradoja que vivimos hoy. Por un lado, la tecnología ofrece posibilidades de comunicación nunca antes imaginadas, pero por otro, el individualismo y el encerramiento se han convertido en compañeros cotidianos para mucha gente.
Pareciera
que se grita mucho, pero apenas nos escuchamos. En parte, porque, entre otras cosas, apenas
nos escuchamos a nosotros mismos. Parece que hemos cerrado nuestros oídos no solo
a lo que dicen los demás, sino a lo que pensamos y sentimos nosotros. Y al
taponar el oído obstruimos también la salida a la palabra. Al gesto y a la mirada.
Al compartir con otros las experiencias. Al completar lo que somos con el
aporte de los demás. Al dar.
Sin duda hoy, la fragmentación del tejido social es una
realidad que necesita ser superada. Pregúntate cuánto tiempo hace que no te
comunicas con tu vecino, con tu familia… contigo. Piensa en los canales de
expresión que conoces. Pregúntate cuántas cosas tienes por decir que no dices.
Medita sobre si es habitual que la gente se exprese sin el ridículo temor a no
ser comprendido. Y ahora piensa también en todas esas veces en las que te has
comunicado de veras, en las que te has abierto sin temor, en las que has
escuchado sin trabas…
La
incomunicación está aliada al conformismo y a la falta de entusiasmo. La
incomunicación impide que la gente se entienda, se organice y proyecte sus aspiraciones
para construir un mundo mejor. Es la aliada perfecta para aquellos que quieren
que las cosas sigan como están y no cambie nada. Es el freno a las
posibilidades de transformación personal y social.
Construir
puentes entre las personas y las culturas nos parece vital en un momento como
éste. La riqueza que hay en cada ser humano queda apresada si no sale al mundo,
se abre y se comparte con otros.
A todo ello, te invitamos el próximo sábado, 1 de diciembre, de 6 a 8 de la tarde, en el CEPI de Nuestra Señora del Carmen, 17.